martes, 11 de mayo de 2010

del nexo

Le grité un par de sinsentidos que en aquél momento me parecieron coherentes y juré que ese era el último día en que escucharía de mí. Al instante, me encontraba sollozando, sin entender qué había pasado, sólo con la sensación de querer volver el ti empo atrás, materializarme tan sólo cinco minutos antes, cuando debiera haber puesto freno a mi impulso..pero ya era tarde.

Un perdón, tan sentido como de costumbre, no se hizo esperar. Auténtico, desinteresado, como esas pocas disculpas que alguna vez damos, eran siempre así para mí. Al fin y al cabo, creía que era una capacidad de la que pocos seres humanos estamos dotados: perdonar y saber pedir perdón. Sin embargo, recién ahora me percato que en verdad, él era superior, que mi capacidad de pedir perdón era una ínfima parte de lo que él podía dar.

Temerosa a sufrir, a las lágrimas amargas, al amor, así era yo; él, gallardía a flor de piel, prometió no soltarme jamás la mano. Tan fuerte me agarré, que dejé de ser aquello de lo que el valiente caballero se había enamorado. Sólo me interesaba mantener la presión en aquellas dos extremidades, sin darme cuenta de que poco a poco lo que verdaderamente nos mantenía unidos, se iba debilitando día tras día.

Desgastante fue presionar mano contra mano durante días, hasta descubrir el modo correcto de canalizar la energía. Era correcto que ellas deberían estar piel con piel, unidas. Sin embargo, pasó bastante tiempo hasta que me di cuenta de que aquella condición era una mera consecuencia, cuya causa me maravilló por su simpleza: el vínculo.

A veces me pregunto, si será que estoy demasiado influida por la teoría general de las obligaciones. En caso de ser así, pido perdón al lector (para no faltar a mi costumbre), pero sostengo una vez más en la importancia de este elemento sin igual: el vínculo como atadura, no jurídica, sino emocional. Como un nexo que presenta poderes de un sujeto hacia el otro, inquebrantable, sin el cual, no hay relación obligacional ni, valga la redundancia, amorosa.

He leido también, que este elemento curioso de las relaciones, puede darse por acción o por excepción. Me parece grandilocuente decir que la vida me ha enseñado algo, con mis pequeños veinte años, pero sí puedo afirmar que el rubio caballero de quien les hablo, se encargó siempre de mostrarme la utilidad de tomar las riendas de la situación.

Es por eso, que hoy elijo que mi vínculo se base en la acción, pero no cualquiera, sino la positiva. Aquella que construye, y no que espera sentada a que las cosas pasen, porque por más miedos que tenga, creo hoy que el mayor es que él pase de largo. Y no estoy dispuesta a permitirlo.

1 comentario:

  1. el miedo a uno mismo... tal vez sepas que temer te hace mas valiente!!! sincero y virtuoso como siempre que entro a leer!!! besotes!!!

    ResponderEliminar

estamos para ayudarlo, su opinión nos importa.

en blanco y negro