sábado, 21 de marzo de 2009

bajonero bis


- ¿Quién es?
- El Gran Bonete

Así era todos los días, cada vez que pasabas por casa. Me acostumbré tanto a verte bajar del Fiat Rojo con las bolsas en la mano, que no puedo hacer más que extrañarte. Algunas tardes, cuando el reloj marca las 4, todavía me asomo a la calle, esperando tal vez que, por lo menos una vez más, me toques el timbre. Venías cargado de hacer las compras de Norte (donde ya eras un habitué) y yo ya sabía qué iba a encontrar cuando las abriera. Sin embargo, te miraba como el primer día y sonreía asombrada, aunque asumiendo que las galletitas de agua, las vainillas y algunas botellas de Coca Cola eran parte del combo. Guardaba todo en la alacena y te agradecía. Me preguntabas si estaba bien lo que nos habías traído, a lo que yo te respondía que era más que suficiente. No podías irte, sin que antes me dieras el ejemplar diario de La Nación. Eso era lo que más me gustaba de todo. Leíamos juntos la última página, la de chistes –yo todavía prefería no adentrarme en el mundo de las noticias- y la carcajada era instantánea cuando nos dábamos cuenta que una vez más Liniers había hecho de Macanudo una tira abúlica. Desde que no estás conmigo, las cosas cambiaron un poco. No sólo ahora entiendo y me deleito con Liniers sino que también descubrí que quizás vos sí siempre supiste encontrar la gracia en esas historias, pero no lo exteriorizabas sólo para acompañarme en mi indignación. ¿Te cuento algo más? Puede que suene a paradoja el hecho de que algunas veces, por motus propio, me baje una parada antes del colectivo para comprar La Nación. Cualquiera se daría cuenta que no es más que otro intento fallido de estar un poquito más cerca tuyo y revivirte un poco, así como ahora, mientras te escribo, Gardel me acompaña. ¡Las veces que me habrás contado cómo papá, de chiquito, te los rompió sin piedad y se armó la gorda!

¿Sabés qué era lo que más me gustaba? Los domingos. Era llegar y empezar a jugar. No salí timbera por gracia y obra divina, así que hacete cargo. Estoy sentada en la mesa de tu cocina, vos estás repartiendo las cartas del burrito, el dorso verde clarito.. ¡cómo se pegaban!.. también, tenían más años que la injusticia. Me dejaste ganar, y no me gusta nada, así que toca la casita robada. Vamos 1 a 1 y toca la escoba de 15. Papá dice que es hora de irnos. Me pedís que te acompañe al living. ¡Qué frío que hace! Le damos cuerda al reloj ese que tanto me gusta, me enseñás cómo se maneja y agarramos del bargueño la caja roja con chocolates de toda clase y tipo. Le decimos a papá que una mano más y terminamos. Mientras, él habla con la abuela de cine o de las últimas noticias de actualidad, pero yo no los escucho, y no me importa. Es un leve murmullo, yo estoy concentrada. Canto la falta envido, y esta vez gano yo. Te doy un beso, me decís que le dé un beso a la abuela y que no me olvide el diario. Yo, orgullosa de que me encargues llevarme la bolsa, me despido, pero sólo hasta la noche, cuando me llamás para desearme las buenas noches, preguntarme qué estamos haciendo y mandarme un beso de la abuela y, sobretodo, tuyo.

Momento, me dejé llevar. ¡Cataplum! Caigo en la realidad y duele: hace 7 meses que te fuiste, y se siente; lo siento. Sábado 21 de marzo, empieza el otoño y cumple años papá. En un ratito llegan las tías y la abuela, pero vos no estás. La cabecera de la mesa está vacía, como yo sin vos y no puedo dejar que nadie ocupe ese lugar, así que yo lo hago. Me siento ahí, como vos lo hacías y contemplo a todos. Lejos estoy de sentirme plena, levanto la copa de mero compromiso y brindo con los demás, sonriendo como si nada pasara. Al fin y al cabo, eso es lo que hacen todos. A veces dudo si será cuestión de los Ruz, si todos son así o si es que yo soy demasiado sensible. Me inclino por la tercera hipótesis y lo corroboro: es que te quiero tanto.

Cuanto más tengo para decirte, menos me salen las palabras. ¡Tengo tanto que contarte! Terminé ya 6to año y me anoté en 2 carreras, estoy haciendo Derecho e Historia, quiero ser jueza (“bochito” me decías). Sé que para vos Perón es el culpable de todos los males. No comparto, pero te prometo que voy a hacer lo que esté a mi alcance para que las generaciones siguientes tengan algo más que las nanas de la cebolla que tan lindo canta Serrat.

Loca linda. Así me dicen algunos, así que hacete cargo de esto también, vos eras el chiflado de la familia de quien heredé semejante carácter… ¿no te enojás si te hecho la culpa, no? Dicen que los locos mueven el mundo, todavía no lo sé. De lo que estoy segura, es de que vos moviste el mío, ¡y de qué manera!

Es irónico considerar todo lo que sos para mí, teniendo en cuenta que desde que te fuiste de la calle Melincué no te volví a ver. Probablemente, pequé de egoísta habiendo tomado tal decisión, pero estoy libre de culpas. No sé qué habrías querido vos. Preguntabas por mí, me mandabas saludos. Se te escuchaba medio cascarrabias (siempre lo fuiste), sólo estabas cansado y echabas a todos para irte a dormir. Disculpame si no tuve la fuerza que todos siempre ven en mí. ¿Un secreto? Dudo que la tenga. Si bien todos la ven en mí, no sé si existe. Pero que quede entre nosotros. No habría tolerado verte así, no estaba en mis planes y creo que tampoco en los tuyos. Y si de planes hablamos, siempre estabas tan apurado porque te diera nietos. Noticia: sigo sin novio, así que no te hagas ilusiones, no está en mis planes por el momento. La que sí anda noviando es Flor, o algo parecido, no sabés qué grande que está. No te creas que sos el único con favoritismos. Así como yo fui tu nieta preferida, yo tenía devoción por vos. “Cabeza dura como tu abuelo”, me dicen… y yo sonrío orgullosa por tener algo de vos en mí.

Como mujer y, sobretodo como ser humano, me considero un ente racional. ¿Qué quiero decir con esto? Sé que no estabas bien. Sé que era lo mejor para vos. Sé que no podías seguir así. Sólo que no lo acepto. Me niego a creerlo. Nuevamente, caigo en egoísmo. ¿De dónde viene mi afán por retenerte? Vos lo sabés mejor que yo. Sino, fijate nomás. Cómo me mirabas, la forma en que los ojos te brillaban cuando yo me veía reflejada en ellos. Tus abrazos. Tu manera de acercarte a mí, torpemente y con mimos bruscos, pero que yo siempre estaba dispuesta a recibir. Hay amores que matan, ¿no te parece?

Se supone que esta debiera ser una despedida, pero cual película yankee te digo que no soy buena para ellas. Debe ser por eso que me cuesta tanto ponerle fin a estas palabras, tanto como me cuesta dejar de pensar que mañana, cuando sean las 6 de la tarde, no voy a poder jugar con vos. Nunca pude volver a tu casa, pero retengo cada detalle en mi memoria, y eso que no tengo mucha.

Fotos, fotos y más fotos. Hasta el hartazgo. Vos, papá y vos, la abuela y vos. Vos y yo. Bailando en el living al ritmo de no sé qué vinilo del año de la escarapela. ¡Si hasta mi oso Alberto llevaba tu nombre!

No siento que nos hayan quedado cosas pendientes, pero sí cosas que vivir y compartir juntos. Eso es lo que me duele. ¿Será por culpa de mi imaginación? Vivo con los ojos puestos en el futuro. Soñé tantas veces con graduarme, formar una familia, pero esos son detalles. Lo importante, es que no estaba sola, vos estabas ahí. Yo, sentía lo que vos, y me llenaba de orgullo haberte podido devolver aunque sea un pedacito de lo que vos me diste. Sabés que nunca me gustó la cursilería, pero permitime tomarme una licencia y decirte que te adoro.

3 comentarios:

  1. Perdí a mi abuelo a los 5 años y cada tanto me agarra ese terror a olvidar mis pocos recuerdos porque están cada vez más lejos. Qué bueno que conserves tantos.
    Suerte!

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  2. Luego de leer el título del Blog me tuve que ir...ya no tengo "razón" para poder entrar...

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